El Salmo 10 comienza con una angustiada pregunta dirigida a Dios, donde el salmista se pregunta por qué Dios parece estar lejos y esconderse en momentos de dificultad. El salmo describe la arrogancia y maldad de los impíos que oprimen a los pobres y menosprecian a Dios. Los malvados viven sin temor a Dios, confiando en que sus planes prosperarán sin enfrentar consecuencias. Acechan a los débiles y se enorgullecen de su maldad, negando la presencia y el cuidado de Dios.
El salmista clama a Dios para que intervenga y haga justicia, mostrando confianza en Su compasión y cuidado por los afligidos. El deseo del salmista es que Dios quebrante el poder del malvado y ponga fin a la impiedad. A lo largo del salmo, se resalta la eternidad y la soberanía de Dios como Rey, y se confía en que Él vindicará a los oprimidos y restaurará la paz.
«¿Por qué te quedas lejos, oh Señor, y te escondes en el tiempo de la angustia?»
En este versículo, el salmista comienza con una pregunta angustiada y reflexiva dirigida a Dios. Se siente confundido y desesperado, preguntándose por qué Dios parece estar distante o escondido cuando más lo necesita. Es una expresión de dolor humano y un grito de súplica en momentos de dificultades.
«En su arrogancia el impío persigue al pobre; sean atrapados en las trampas que han ideado.»
El salmista describe las acciones de los impíos que oprimen y persiguen a los débiles y necesitados. El término «arrogancia» indica la actitud altiva y despreciativa de aquellos que se alejan de Dios. Aquí, el salmista anhela la justicia divina, pidiendo que los malvados sean atrapados en sus propios planes maliciosos.
«Porque el impío se jacta del deseo de su alma, bendice al codicioso y menosprecia al Señor.»
Este versículo resalta la actitud de autosuficiencia del impío, quien se enorgullece de sus deseos egoístas y materiales, ignorando o despreciando la autoridad de Dios. Es una advertencia sobre los peligros del pecado de orgullo y la adoración de las riquezas terrenales.
«El impío, en la altivez de su rostro, no busca a Dios. No hay Dios en ninguno de sus pensamientos.»
Aquí se enfatiza la negación de Dios por parte del impío, quien se rebela contra Él y vive sin tomar en cuenta Su existencia. La «altivez de su rostro» señala una actitud soberbia y autosuficiente, lo que lleva a la separación de Dios.
«Sus caminos prosperan en todo momento; tus juicios están muy por encima de su vista; a todos sus adversarios desprecia.»
El salmista observa con angustia cómo los impíos parecen prosperar en sus malos caminos y cómo parece que Dios no interviene para impartir justicia. El salmo destaca la paciencia de Dios y cómo sus juicios son más allá de la comprensión humana, pero también refleja el deseo de que los malvados enfrenten las consecuencias de sus actos.
«Dice en su corazón: ‘No seré sacudido; de generación en generación nunca sufriré adversidad’.»
Aquí se expresa la falsa confianza del impío, quien cree que nunca enfrentará las consecuencias de sus acciones malvadas. Esta actitud refleja una negación de la realidad espiritual y un rechazo a reconocer la soberanía de Dios.
«Llena está su boca de maldición, mentiras y fraude; bajo su lengua hay malicia y maldad.»
El salmista expone la maldad que fluye de la boca del impío, destacando cómo sus palabras están llenas de engaño, maldiciones y perversidad. Esto refleja la corrupción de su corazón y su falta de temor a Dios.
«Se sienta en emboscadas junto a las aldeas; en escondrijos mata al inocente. Sus ojos están acechando al desvalido.»
Este versículo describe cómo el impío perpetra violencia y opresión, acechando y matando a los inocentes y vulnerables. Es una imagen vívida de la maldad en acción y la explotación de los débiles.
«Acecha en secreto, como el león en su guarida; acecha para atrapar al afligido; atrapa al afligido cuando lo atrae hacia su red.»
Esta metáfora del león acechando a su presa representa la astucia y el engaño del malvado que espera pacientemente para atrapar a los indefensos. El salmo resalta la necesidad de estar alerta contra las trampas del enemigo espiritual.
«Se agacha, se encoge, y caen en sus garras muchos desvalidos.»
El versículo enfatiza cómo el malvado logra su propósito, atrapando a los desvalidos y desfavorecidos. Esta imagen evoca la necesidad de buscar refugio en Dios y confiar en Él para protección y liberación.
«Dice en su corazón: ‘Dios se ha olvidado; ha escondido su rostro; nunca lo verá’.»
Nuevamente, el salmista muestra la actitud del impío que niega la presencia y el cuidado de Dios. La incredulidad del malvado lo lleva a pensar que Dios no se preocupa por la justicia y que nunca intervendrá.
«Levántate, oh Señor Dios; alza tu mano. No te olvides de los afligidos.»
En este verso, el salmista hace un llamado a Dios para que intervenga y manifieste su poder. Reconoce que solo Dios puede hacer justicia y pide que no se olvide de los afligidos, mostrando la confianza en la compasión divina.
«¿Por qué desprecia al impío a Dios? En su corazón dice: ‘Tú no lo inquirirás’.»
El salmo destaca cómo el impío, en su ceguera espiritual, desprecia a Dios y piensa que Él no se preocupa por lo que está sucediendo. Es una reflexión sobre la arrogancia y la insensatez del malvado.
«Tú has visto, porque miras el trabajo y la angustia, para darlo en tus manos. A ti se acoge el desvalido; tú has sido el amparo del huérfano.»
En este versículo, el salmista reconoce que, a pesar de las apariencias, Dios está atento a la opresión y sufrimiento de los justos. Él es el refugio y amparo de los necesitados y los desamparados, brindando esperanza en medio de la adversidad.
«Quiebra tú el brazo del impío y malo; demanda su impiedad hasta que no halles ninguna.»
El salmista ora por el juicio divino contra el malvado, pidiendo que Dios intervenga y ponga fin a la maldad. La súplica es para que el poder del mal sea quebrantado y que la impiedad sea erradicada.
«El Señor es Rey eternamente jamás; las naciones han desaparecido de su tierra.»
En este verso, el salmista proclama la soberanía y la eternidad de Dios como Rey supremo. Aunque las naciones puedan surgir y caer, Dios permanece inmutable en su trono, gobernando con justicia y amor.
«Oh Señor, tú has oído el deseo de los humildes; tú fortalecerás sus corazones; inclinarás tu oído.»
El salmista regresa a una nota de confianza y esperanza en Dios. Reconoce que Dios escucha el clamor de los humildes y fortalece sus corazones en tiempos difíciles. La oración es un recordatorio de que Dios está cerca de los quebrantados de corazón.
«Para vindicar al huérfano y al oprimido, para que el hombre de la tierra ya no cause terror.»
El salmo concluye con la seguridad de que Dios intervendrá para vindicar a los oprimidos y desfavorecidos. Su justicia prevalecerá, y el mal no podrá continuar aterrorizando a los inocentes.
El Salmo 10 es una expresión teológica y espiritual profunda que aborda la lucha entre el bien y el mal, la justicia y la opresión, y la necesidad de confiar en Dios en medio de la adversidad. Es un llamado a la confianza en la soberanía de Dios y la seguridad de que Él escucha el clamor de los humildes, vindicando a los desfavorecidos y trayendo esperanza y consuelo a aquellos que confían en Él.
1 ¿Por qué, Señor, te mantienes distante? ¿Por qué te escondes en momentos de angustia? 2 Con arrogancia persigue el malvado al indefenso, pero se enredará en sus propias artimañas. 3 El malvado hace alarde de su propia codicia; alaba al ambicioso y menosprecia al Señor. 4 El malvado levanta insolente la nariz, y no da lugar a Dios en sus pensamientos. 5 Todas sus empresas son siempre exitosas; tan altos y alejados de él están tus juicios que se burla de todos sus enemigos. 6 Y se dice a sí mismo: «Nada me hará caer. Siempre seré feliz. Nunca tendré problemas».
7 Llena está su boca de maldiciones, de mentiras y amenazas; bajo su lengua esconde maldad y violencia. 8 Se pone al acecho en las aldeas, se esconde en espera de sus víctimas, y asesina a mansalva al inocente.
9 Cual león en su guarida se agazapa, listo para atrapar al indefenso; le cae encima y lo arrastra en su red. 10 Bajo el peso de su poder, sus víctimas caen por tierra. 11 Se dice a sí mismo: «Dios se ha olvidado. Se cubre el rostro. Nunca ve nada». 12 ¡Levántate, Señor! ¡Levanta, oh Dios, tu brazo! ¡No te olvides de los indefensos! 13 ¿Por qué te ha de menospreciar el malvado? ¿Por qué ha de pensar que no lo llamarás a cuentas?
14 Pero tú ves la opresión y la violencia, las tomas en cuenta y te harás cargo de ellas. Las víctimas confían en ti; tú eres la ayuda de los huérfanos. 15 ¡Rómpeles el brazo al malvado y al impío! ¡Pídeles cuentas de su maldad, y haz que desaparezcan por completo! 16 El Señor es rey eterno; los paganos serán borrados de su tierra. 17 Tú, Señor, escuchas la petición de los indefensos, les infundes aliento y atiendes a su clamor. 18 Tú defiendes al huérfano y al oprimido, para que el hombre, hecho de tierra,
no siga ya sembrando el terror.
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