En sus palabras no hay sinceridad, en su interior solo hay corrupción. Su garganta es un sepulcro abierto, con su lengua profieren engaños.
La luz se esparce sobre los justos, y la alegría sobre los rectos de corazón. Alégrense en el Señor, ustedes los justos, y alaben su santo nombre.
Te exaltaré, mi Dios y Rey, por siempre bendeciré tu nombre. Todos los días te bendeciré, por siempre alabaré tu nombre. Grande es el Señor, y digno de toda alabanza, su grandeza es insondable.
Por la mañana hazme saber de tu gran amor, porque en ti he puesto mi confianza. Señálame el camino que debo seguir, porque a ti elevo mi alma.
Canten al Señor, ustedes sus fieles, alaben su santo nombre. Porque solo un instante dura su enojo, pero toda una vida su bondad. Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría.
Pero yo le cantaré a tu poder, y por la mañana alabaré tu amor, porque tú eres mi protector, mi refugio en momentos de angustia.
Señor, hazme conocer tus caminos, muéstrame tus sendas.
Ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna.
Por la mañana, Señor, escuchas mi clamor, por la mañana te presento mis ruegos, y quedo a la espera de tu respuesta. Tú no eres un Dios que se complazca en lo malo, a tu lado no tienen cabida los malvados.
El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso. Yo le digo al Señor: Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío. Solo él puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas.
Yo, Señor, te ruego que me ayudes, por la mañana busco tu presencia en oración.
¡El Señor es rey! ¡Regocíjese la tierra! ¡Alégrense las costas más remotas! Oscuros nubarrones lo rodean, la rectitud y la justicia son la base de su trono. El fuego va delante de él y consume a los adversarios que lo rodean. Sus relámpagos iluminan el mundo, al verlos, la tierra se estremece.
Te exaltaré, mi Dios y Rey, por siempre bendeciré tu nombre. Todos los días te bendeciré, por siempre alabaré tu nombre. Grande es el Señor, y digno de toda alabanza, su grandeza es insondable.
Atiende, Señor, a mis palabras, toma en cuenta mis gemidos. Escucha mis súplicas, rey mío y Dios mío, porque a ti elevo mi plegaria.
Porque tú, Señor, bendices a los justos, cual escudo los rodeas con tu buena voluntad.
Señor, Dios de mi salvación, día y noche clamo en presencia tuya. Que llegue ante ti mi oración, dígnate escuchar mi súplica.
Envía tu luz y tu verdad, que ellas me guíen a tu monte santo, que me lleven al lugar donde tú habitas. Llegaré entonces al altar de Dios, del Dios de mi alegría y mi deleite, y allí, oh Dios, mi Dios, te alabaré al son del arpa.
Tú eres mi refugio, tú me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación.
¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres! ¡Él apaga la sed del sediento, y sacia con lo mejor al hambriento!
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